No es extraño para los que andamos en esto del extremeño observar una gran oposición o extrañeza (en el mejor de los casos) hacia esta modalidad lingüística, también de la mayoría de habitantes de Extremadura. Pese a esto, lo que tiene la realidad es que es cierta y, a menudo, comprobable. En este artículo intentaré, sin acritudes y con respeto (espero, por lo tanto, el mismo trato) dar a conocer lo poco que yo pueda saber de este tesoro cultural.
El extremeño es una modalidad lingüística procedente del tronco astur-leonés, aunque muy distinto ya de las hablas de León y Asturias. Su origen está en la lengua que trajeron los pobladores leoneses a tierras hoy extremeñas en tiempos de la Reconquista, extendiéndose en un primer momento por el occidente extremeño (y zonas también más orientales en el norte) y entrando en el norte de la actual provincia de Huelva.
Para algunos esta modalidad lingüística es un dialecto, para otros un habla de tránsito y para otros una lengua, y como lengua es reconocida por instituciones de la UNESCO. Lo cierto es que no existen razones científicas para concluir que el extremeño sea un dialecto del castellano, ya que no proviene históricamente de él. El castellano y las hablas meridionales, sin embargo, sí han afectado mucho a la sintaxis y a la fonética respectivamente, pero el extremeño conserva la morfología y el léxico leoneses. No conservamos, no obstante, estructuras como el típico “ámote” asturiano, sí algunos rasgos fonéticos lexicalizados como la palatalización de la ele inicial latina (aunque apenas algún resto lexicalizado como en “llaris” y a veces se pierde en otras como lúvia, curioso) o de la ene (ñubrau, ñú, ñuca, ñiu). Son rasgos típicos del dialecto oriental asturleonés (del que proviene el extremeño) la tendencia al cierre de vocales o y e en u e i respectivamente.
Una peculiaridad que conserva el extremeño es la diferenciación entre sordas y sonoras, que ha perdido tanto el castellano como el leonés, pero que conserva el portugués. Así encontramos por un lado la z, pronunciada de manere similar a th en el artículo the del inglés (a menudo su sonido se acerda al de una d en castellano) y, por otro lado ç, pronunciada como la zeta castellana, o la c ante e e i. Nos encontramos también un sonido sonoro de la s intervocálica (como en portugués o catalán) y otro sordo de la s inicial o ss.
Al no ser una lengua regulada, pese a que ya existen los primeros proyectos de hacerlo, no posee una modalidad estándar consolidada, existiendo diversidad de hablas dentro del mismo diasistema, muchas de las cuales están castellanizadas (como en su día ocurría con el catalán, por ejemplo). Tampoco existe un consenso en el uso de la ortografía, si bien las más ampliamente usadas son la tradicional (que escribe extremeño con una ortografía castellana) y la clásica (elaborada por Ismael Carmona García y varias veces reformada, que es la que se emplea en el artículo para los ejemplos fonéticos). No se debe confundir el extremeño con el castúo.
Juan Fco. Reina | Para Kaos en la Red
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